Los limones más caros del mundo.


En una región donde la mayor parte del terreno es desierto y la sequía es un lugar común, la cuestión de cómo se usa y comparte el agua es enormemente importante. Aún los jardineros particulares se enfrentan a dilemas éticos en Israel.

Hay una silenciosa satisfacción en el cultivo paciente de la jardinería tradicional, esa gentil y milagrosa magia de la vida que surge de una tierra que no promete mucho. Pero también existe una satisfacción más rápida y práctica, como es comprar arbustos y árboles ya crecidos

El placer de ver a nuestro limonero cuando es bajado del camión por dos robustos hombres es seguramente muy similar al que se sentiría al verlo crecer desde que se echan las semillas.
Sólo tomó media hora, en lugar de media vida.

Hay que admitir que existe una cuestión económica. Hasta ahora he recogido sólo cuatro de mis limones y creo que costaron US$155 cada uno, pero obviamente estoy deseando que el precio promedio baje con el tiempo.

Además de la frágil gracia con la que se balancea en los fríos vientos del invierno, el árbol esconde un asombroso número de espinas debajo de sus suaves hojas; a pesar de que hoy por hoy me preocupa más el remordimiento de conciencia que mis dedos.

El problema es que, como la mayoría de los jardineros de balcón en Israel, instalamos un sistema de riego en miniatura para mantener vivo al árbol en el brutal calor del verano.

No tiene más que un par de metros de cañería de plástico marrón y un temporizador pegado a un grifo. Pero cada vez que escucho el flujo mudo de otra dosis cuidadosamente calculada y calibrada, el desierto que nos rodea se percibe más seco.

Falta de equidad

A menudo la cuestión del agua es incluida como parte de tensiones más amplias entre israelíes y palestinos.
Un informe parlamentario francés, por ejemplo, concluyó recientemente que 450.000 colonos israelíes que viven en Cisjordania, utilizan más agua que 2,3 millones de palestinos.
La equidad -o falta de ella- con la que los recursos son compartidos es importante, por supuesto.
Pero hay una cuestión más importante. Es la alarmante forma en la que disminuye el nivel del agua de ríos y lagos que sostienen la vida de todos.

El río Jordán lleva agua desde el sur del Mar de Galilea hasta el Mar Muerto, pasando por Palestina, Jordania e Israel.
Por estos días el Jordán, en muchas partes, no es más que un triste y contaminado goteo, pero hay abundante evidencia de que una vez fue algo muy diferente.